Nuestro último newsletter del año. Momento ideal para sumarnos a los deseos de un feliz y próspero año nuevo, deseos que todos intercambiamos como un cliché necesario del mes de diciembre, pero que no tenemos idea de cómo se podrían llegar a cumplir. 

Como estamos comprometidos con la Planificación Personal, creemos que una parte de esa prosperidad y felicidad se pueden lograr si nos fijamos metas claras para nuestra vida y nuestros intereses y nos comprometemos a encontrar los pasos adecuados para lograrlas. Menudo trabajo: en lugar de reaccionar frente a los desafíos de la realidad y atajar los penales una vez que vienen, la propuesta es abstraernos todo lo necesario para imaginar un escenario futuro y, dentro de él, cómo queremos movernos y hacia dónde.

Sin duda, no estamos acostumbrados a eso. Pero, en lugar de admitirlo, la respuesta más natural es “en este país no se puede planificar” porque (y tal como escribió el genial Fontanarrosa) “uno nunca sabe”.

Sí; como “uno nunca sabe”, en nuestra cultura argentina es más fácil dejar librada la suerte propia y la de nuestros seres queridos al azar. Ninguna previsión para el caso de que el avión al que subimos no llegue a destino o que, simplemente, nuestro corazón diga “basta” antes de tiempo. Por eso es tan bajo el coeficiente de personas que pagan un seguro de vida y tan alto el nivel de conflictividad en las sucesiones donde no está claro quién se va a quedar dirigiendo la empresa, cómo se van a repartir los bienes, qué le tocará a cada uno…

Hagamos, entonces, un ejercicio. Cerremos los ojos para imaginar cómo y dónde queremos estar el año que viene en esta misma fecha. Cómo imaginamos a nuestro entorno afectivo, nuestra actividad laboral, el nivel de ingresos, nuestras relaciones personales. Tratemos de visualizar la escena con el mayor nivel de detalle que sea posible. 

Ahora, abramos los ojos y tratemos de describir, por escrito, lo que visualizamos. Esas son, en definitiva, nuestras metas para el próximo año: tienen fecha de concreción y están, en algún sentido, “cuantificadas”. De esa manera, diferenciamos a las metas de los meros sueños, que no tienen una fecha prevista de concreción.

El paso siguiente es leer todo el listado de metas que nos hayamos propuesto para analizarlas críticamente: ¿son realizables todas ellas?, ¿hay alguna que nos parezca imposible o de un alcance mayor que un solo año? De ser así, tenemos una oportunidad para afinar nuestra mirada y re-escribir las metas hasta el punto en que resulten acordes con nuestra realidad y en condiciones de ser cumplidas. 

Cuando tengamos la  seguridad de que el listado representa efectivamente nuestras metas, estamos en condiciones de escribir, al lado de cada una de ellas, los pasos que nos proponemos dar para que se cumplan. Son nuestros pasos, porque si algo de lo que hemos escrito no depende en gran medida de nosotros, entonces no es una meta propia sino un deseo o una expectativa respecto de los cuales nuestras propias acciones no resultarían relevantes. 

Esos pasos que escribimos tienen que resultar coherentes con la meta propuesta, de manera tal que cualquier observador independiente que siguiera mentalmente esos pasos podría llegar a la conclusión de que llevan, de manera directa, a esa meta. 

En caso de que, luego de escribir los pasos que nos parecen adecuados, nos demos cuenta de que, igualmente no nos permitirían llegar a la meta, tenemos dos alternativas: volver a pensar el camino a seguir (aumentando acciones a desarrollar o la intensidad de nuestro compromiso, por ejemplo) o, por el contrario, retocar la meta.

Una vez que estemos seguros de que las metas están alineadas con los pasos a seguir, echemos una mirada a la lista total. Es probable que hayamos fijado más metas que las factibles de cumplir. En ese caso, es conveniente ordenarlas en función del mayor grado de importancia que tienen para nosotros, a fin de priorizar aquellas metas que más nos importan. Hasta es posible que aparezcan metas que tienen elevado valor estratégico, pero que son de alcance más largo. En ese caso, podemos dejarlas expresadas con una fecha de realización posterior. 

Al terminar este trabajo, cerremos los ojos nuevamente. Probablemente, al visualizar nuestros anhelos, vamos a sentir que estamos más cerca de que se hagan realidad. Y ése es, en definitiva, nuestro deseo para nuestros lectores, para el 2011.

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